
Hay muchas formas de sobreproteger a un pequeño. Partiendo de la idea de que todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos muchas veces no nos damos cuenta, de que con nuestro recelo, les impedimos crecer y ser libres para equivocarse.
Si no se equivocaran, dejarían de experimentar la necesidad de autocorrección, de autoregularse ellos mismos, conocer que tienen recursos propios y se pueden dar respuestas sin precisar la constante corrección de un adulto.
Cuando estudié la carrera universitaria, tenía una profesora de la que me acuerdo muchas veces, me daba una de tantas psicologías que estudié. Uno de sus comentarios en psicología evolutiva, era que “prefería un niño con un brazo roto, que una persona adulta con cuarenta años que no había sido capaz de romper el cordón umbilical”.
Es cierto que las mamás sobre todo evitan que los niños intenten subir a los columpios, que se mojen en la orilla del mar, que suban escaleras solos, que vayan en bicicleta, en patinete, que en definitiva experimenten, qué es la vida.
Y no se trata de ser imprudentes, si no de encontrar ese espacio, donde el aprendizaje se produce. ¡Dejémosles que suban a columpios! Que intenten el más difícil todavía y conozcan sus propios límites.
De muchas proyecciones los padres dejamos de ser conscientes, las hacemos por temor propio y no nos damos cuenta que el pequeño está advirtiendo su mundo como una serie de peligros en cadena. Cuidado que no se caiga, no le dejes el pan por si se atraganta, que no coma solo por si se le cae, mejor hacer un desfase curricular para que no se sienta que no llega como el reto de los compañeros, no le des eso que se lo va a meter en la boca, en el autobús se perderá…
Los columpios son el mejor ejercicio natural donde probar destrezas, dar oportunidad a formas nuevas que hacen más plástico el cerebro para resolver situaciones. La comida es un elemento de autoregulación, qué me gusta, me lo doy yo solo, no preciso de un mayor, yo soy mayor, puedo hacerlo.
Los desfases curriculares consisten en retrasar un niño un año o más en su grupo clase. Con esto lo único que hacemos es ponerles a ensayo en un año ya pasado para ellos, y les quitamos los aprendizajes con niños de su edad, mucho más estimulante, a veces más difícil, pero preguntémonos a nosotros mismos, hemos aprendido en el confort, o lo hemos hecho cuando hemos tenido a alguien al lado que sabe más?
Confiemos en ellos porque la sobreprotección lo único que hará será niños dependientes de otros o de adultos.
Ellos son tan capaces como cualquier otro, ¡¡Démosles la oportunidad de conocerse!!
Si no se equivocaran, dejarían de experimentar la necesidad de autocorrección, de autoregularse ellos mismos, conocer que tienen recursos propios y se pueden dar respuestas sin precisar la constante corrección de un adulto.
Cuando estudié la carrera universitaria, tenía una profesora de la que me acuerdo muchas veces, me daba una de tantas psicologías que estudié. Uno de sus comentarios en psicología evolutiva, era que “prefería un niño con un brazo roto, que una persona adulta con cuarenta años que no había sido capaz de romper el cordón umbilical”.
Es cierto que las mamás sobre todo evitan que los niños intenten subir a los columpios, que se mojen en la orilla del mar, que suban escaleras solos, que vayan en bicicleta, en patinete, que en definitiva experimenten, qué es la vida.
Y no se trata de ser imprudentes, si no de encontrar ese espacio, donde el aprendizaje se produce. ¡Dejémosles que suban a columpios! Que intenten el más difícil todavía y conozcan sus propios límites.
De muchas proyecciones los padres dejamos de ser conscientes, las hacemos por temor propio y no nos damos cuenta que el pequeño está advirtiendo su mundo como una serie de peligros en cadena. Cuidado que no se caiga, no le dejes el pan por si se atraganta, que no coma solo por si se le cae, mejor hacer un desfase curricular para que no se sienta que no llega como el reto de los compañeros, no le des eso que se lo va a meter en la boca, en el autobús se perderá…
Los columpios son el mejor ejercicio natural donde probar destrezas, dar oportunidad a formas nuevas que hacen más plástico el cerebro para resolver situaciones. La comida es un elemento de autoregulación, qué me gusta, me lo doy yo solo, no preciso de un mayor, yo soy mayor, puedo hacerlo.
Los desfases curriculares consisten en retrasar un niño un año o más en su grupo clase. Con esto lo único que hacemos es ponerles a ensayo en un año ya pasado para ellos, y les quitamos los aprendizajes con niños de su edad, mucho más estimulante, a veces más difícil, pero preguntémonos a nosotros mismos, hemos aprendido en el confort, o lo hemos hecho cuando hemos tenido a alguien al lado que sabe más?
Confiemos en ellos porque la sobreprotección lo único que hará será niños dependientes de otros o de adultos.
Ellos son tan capaces como cualquier otro, ¡¡Démosles la oportunidad de conocerse!!
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