
Penélope es uno de los símbolos que perduran como icono que mantiene la fidelidad. Espera a su marido durante 20 años a que regrese de la guerra de Troya, a pesar de que su desaparición durante tanto tiempo inducía a que estaba muerto.
Durante estos años consigue hacer esperar a sus pretendientes tejiendo un sudario para el rey, su marido. Promete a sus pretendientes, una y otra vez, que cuando el sudario esté tejido, ella contraerá matrimonio.
Su argucia es destejer el sudario que teje para su marido, durante la noche, para volver a empezar una y otra vez. De esta forma consigue esperar a su compañero, Ulises y evitar a sus pretendientes.
Los niños con trisomía 21 comienzan la escuela bien en ordinario, los menos, o bien con un dictamen donde comienzan a intervenir los “apoyos”: logopeda y pedagogo terapéutico.
Su trayectoria en ordinario, sin apoyos, sin dictámenes es en la que tendrán que demostrar que van como el resto del aula, si es que el aula fuera de alguna forma homogénea. Por así decirlo tienen que trascender sin dar motivo de apartarles, aunque sus conocimientos sean mayores que el resto si no lo demuestran tal cómo el docente quiere, tendrán problemas. El docente pedirá, no ayuda para él para abordar su práctica educativa, si no que demandará se actúe con el niño, que intervenga el equipo de orientación. El niño continuará tras esta intervención saliendo, o bien dentro del aula, con un pedagogo terapéutico tres horas a la semana y con un logopeda, la mejor de las veces, dos horas por semana. El profesor al saber que es un niño denominado de necesidades educativas, rebajará el nivel de exigencia con el niño y así, tampoco él, como docente tendrá mayores exigencias.
El niño con trisomía 21 que es escolarizado con dictamen recibe “apoyos” y es considerado niño de necesidades educativas especiales. Tendrá tres horas a la semana con un pedagogo terapéutico y otras dos horas con un logopeda (esto varía dependiendo del centro no de las necesidades del niño) Según el centro, estos apoyos, los harán dentro o fuera del aula.
Por tener necesidades educativas especiales, repiten dos cursos a diferencia de los niños en ordinario que sólo pueden repetir una vez. Es siempre así, repiten los dos cursos, basándose en que tienen necesidades educativas especiales y no llegan al nivel, como si repetir fuera la solución.
Los niños con apoyos tienen reducido el currículo, no se espera que lo alcancen. Para qué van a dar inglés, se van a hacer un lío, para qué van a aplicar el concepto de suma o resta que cuenten los números, está cansado pues que dibuje mientras el resto hace un dictado…
Los niños pasan a secundaria con dos años más que el resto de alumnos pues les han hecho repetir dos veces. Van a secundaria con 14 años en vez de con 12. Su nivel es tan malo como pésimo ha sido el apoyo y las expectativas que se han tenido con ellos.
Secundaria o el fin para ellos de la educación obligatoria, que en España es hasta los 16 años, se acaba. Repiten primero de secundaria, alguno llega a segundo y luego qué. Alguna formación ocupacional donde aparecen juntos, perdidos y recolocados donde el sistema les ha mandado, más cerca del ostracismo que de la dignidad.
Les espera la educación especial, los talleres donde, como Penélope, tejen y deshacen lo tejido, sin fin, sin proyección. Destejiendo y sin horizonte.
La mala formación les llevará a talleres ocupacionales donde van a vender jabones, plantas…tejer y destejer, sin esperar nada de ellos tan sólo mantener los puestos de trabajo de los que se encargan de ellos. He visto los talleres, los llevo viendo toda la vida, hasta cuándo. ¿Cómo se puede pretender insertar laboralmente a personas no cualificadas?
El sistema educativo acuna la perpetuación de un laberinto sin salida, de una crónica de una muerte anunciada. Son raras excepciones las que han tenido el beneplácito de la confianza en el alumno.
Son muchas las capacidades que tienen los niños con trisomía 21 para echarlas a perder. La protección de sus derechos es fundamental.
Yo no sé si hubiera sido capaz de titular, de creer en mí, de disfrutar, de integrarme, de conseguir logros, de reír con mis compañeros, de echarme novio si me hubieran estigmatizado como a un niño con trisomía 21.
Como padres, si queremos y creemos en nuestros hijos, si pedimos que la inclusión sea algo más que calentar el asiento, no nos conformemos con su presencia en la escuela y creamos en la dignidad de conseguir un puesto en la sociedad sin dar gracias a que nos dejen paso en sus altares. Si tenemos horizonte en vez de la mirada baja, sabemos que esto de la inclusión tal y como está estructurada hoy, no nos sirve. Todos estamos y todos no queremos lo mismo.
La inclusión no es un “qué bien que me dejan estar”, es tú estás como yo, y como cualquier otro. Con el derecho de una educación plena, sin etiquetajes, sin discriminaciones. No hablo del padre que ha pegado como tampoco hablo de un número cromosómico, no compito ni rivalizo sino que coopero. Te respeto me respetas.
Penélope se aferró a la vida de Ulises como una verdad irrenunciable hasta que se hizo realidad. La verdad irrenunciable la escribimos nosotros no nos la dictan.
Si quieres conocer más sobre nuestro asesoramiento familiar con niños con trisomía 21, clica.
Durante estos años consigue hacer esperar a sus pretendientes tejiendo un sudario para el rey, su marido. Promete a sus pretendientes, una y otra vez, que cuando el sudario esté tejido, ella contraerá matrimonio.
Su argucia es destejer el sudario que teje para su marido, durante la noche, para volver a empezar una y otra vez. De esta forma consigue esperar a su compañero, Ulises y evitar a sus pretendientes.
Los niños con trisomía 21 comienzan la escuela bien en ordinario, los menos, o bien con un dictamen donde comienzan a intervenir los “apoyos”: logopeda y pedagogo terapéutico.
Su trayectoria en ordinario, sin apoyos, sin dictámenes es en la que tendrán que demostrar que van como el resto del aula, si es que el aula fuera de alguna forma homogénea. Por así decirlo tienen que trascender sin dar motivo de apartarles, aunque sus conocimientos sean mayores que el resto si no lo demuestran tal cómo el docente quiere, tendrán problemas. El docente pedirá, no ayuda para él para abordar su práctica educativa, si no que demandará se actúe con el niño, que intervenga el equipo de orientación. El niño continuará tras esta intervención saliendo, o bien dentro del aula, con un pedagogo terapéutico tres horas a la semana y con un logopeda, la mejor de las veces, dos horas por semana. El profesor al saber que es un niño denominado de necesidades educativas, rebajará el nivel de exigencia con el niño y así, tampoco él, como docente tendrá mayores exigencias.
El niño con trisomía 21 que es escolarizado con dictamen recibe “apoyos” y es considerado niño de necesidades educativas especiales. Tendrá tres horas a la semana con un pedagogo terapéutico y otras dos horas con un logopeda (esto varía dependiendo del centro no de las necesidades del niño) Según el centro, estos apoyos, los harán dentro o fuera del aula.
Por tener necesidades educativas especiales, repiten dos cursos a diferencia de los niños en ordinario que sólo pueden repetir una vez. Es siempre así, repiten los dos cursos, basándose en que tienen necesidades educativas especiales y no llegan al nivel, como si repetir fuera la solución.
Los niños con apoyos tienen reducido el currículo, no se espera que lo alcancen. Para qué van a dar inglés, se van a hacer un lío, para qué van a aplicar el concepto de suma o resta que cuenten los números, está cansado pues que dibuje mientras el resto hace un dictado…
Los niños pasan a secundaria con dos años más que el resto de alumnos pues les han hecho repetir dos veces. Van a secundaria con 14 años en vez de con 12. Su nivel es tan malo como pésimo ha sido el apoyo y las expectativas que se han tenido con ellos.
Secundaria o el fin para ellos de la educación obligatoria, que en España es hasta los 16 años, se acaba. Repiten primero de secundaria, alguno llega a segundo y luego qué. Alguna formación ocupacional donde aparecen juntos, perdidos y recolocados donde el sistema les ha mandado, más cerca del ostracismo que de la dignidad.
Les espera la educación especial, los talleres donde, como Penélope, tejen y deshacen lo tejido, sin fin, sin proyección. Destejiendo y sin horizonte.
La mala formación les llevará a talleres ocupacionales donde van a vender jabones, plantas…tejer y destejer, sin esperar nada de ellos tan sólo mantener los puestos de trabajo de los que se encargan de ellos. He visto los talleres, los llevo viendo toda la vida, hasta cuándo. ¿Cómo se puede pretender insertar laboralmente a personas no cualificadas?
El sistema educativo acuna la perpetuación de un laberinto sin salida, de una crónica de una muerte anunciada. Son raras excepciones las que han tenido el beneplácito de la confianza en el alumno.
Son muchas las capacidades que tienen los niños con trisomía 21 para echarlas a perder. La protección de sus derechos es fundamental.
Yo no sé si hubiera sido capaz de titular, de creer en mí, de disfrutar, de integrarme, de conseguir logros, de reír con mis compañeros, de echarme novio si me hubieran estigmatizado como a un niño con trisomía 21.
Como padres, si queremos y creemos en nuestros hijos, si pedimos que la inclusión sea algo más que calentar el asiento, no nos conformemos con su presencia en la escuela y creamos en la dignidad de conseguir un puesto en la sociedad sin dar gracias a que nos dejen paso en sus altares. Si tenemos horizonte en vez de la mirada baja, sabemos que esto de la inclusión tal y como está estructurada hoy, no nos sirve. Todos estamos y todos no queremos lo mismo.
La inclusión no es un “qué bien que me dejan estar”, es tú estás como yo, y como cualquier otro. Con el derecho de una educación plena, sin etiquetajes, sin discriminaciones. No hablo del padre que ha pegado como tampoco hablo de un número cromosómico, no compito ni rivalizo sino que coopero. Te respeto me respetas.
Penélope se aferró a la vida de Ulises como una verdad irrenunciable hasta que se hizo realidad. La verdad irrenunciable la escribimos nosotros no nos la dictan.
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