Este domingo fui al Parque de Clara Eugenia. Había una concentración vecinal en la que decidí participar. Defendíamos la convivencia entre ciudadanos, la protección de la infancia sea cual sea su procedencia, poner fin a la discriminación racial y dejar de lidiar entre nosotros que somos ciudadanos y trabajadores que queremos mejoras sociales para todos, no sólo para unos cuantos.
El día anterior a la concentración había tenido un día duro de trabajo. Había salido de Fiscalía de Menores a las nueve de la noche. Sí, un mal llamado "MENA", un menor extranjero no acompañado. Todos los niños con los que trabajo en la residencia de menores necesitan atención, explicaciones de por qué no ven a sus familias, ejemplificación de nuevas conductas que les ayuden a salir de situaciones, acompañamiento, afecto y también ternura. Para mi no hay procedencias ni banderas, hay niños, sólo eso. Con lo grandes que son cada uno de ellos, ¡los tendríais que conocer! Son fuertes, valientes, duros, otros juegan a hacérselo, no tienen otra.
Sala de espera, abogados, declaración delante de la fiscal, calabozo, llamadas de seguimiento y luego de vuelta hasta la residencia a poner las cosas en orden, haciendo mención de sus tan sólo quince años, de las oportunidades que aún no sabe que tiene porque es duro vivir sin familia, haber vivido en la calle y tener unas expectativas truncadas al llegar a España.
Y con palabras he de lograr conmover lo que no palpa ni imagina, desterrar el racismo, decirle que nos importa a cada uno de los educadores que convivimos con él, que el futuro lo va construyendo desde el hoy...y ¡parece que cala el mensaje! Y dura lo que dura, porque en la calle, con los recursos que contamos con esta ley del menor, con la falta de personal, muchas veces de formación continua, nos vertebra a amar incondicionalmente cada mirada que tenemos delante de nosotras, pero llegamos hasta donde llegamos. Sacamos partido, día tras día, conversación tras conversación, desaire tras desaire porque sabemos que siempre queda algo que conmover en el otro, porque además es su derecho y es sólo un niño.
Para ninguno de ellos es un deseo pasar su vida en un centro. Lo sé porque lo veo en mi trabajo y porque mi propia madre tuvo que estar durante la posguerra en uno, con monjas. Recordó toda la vida esas experiencias que narraba como si las hubiera vivido el día anterior. Creo que lo único bueno de ello fue que hice un trabajo de campo con sus vivencias y me dieron un excelente en Antropología de la Educación que conmovió a buena parte de la sala cuando se expuso.
Los hechos que recientemente envuelven al centro de menores de Hortaleza tienen que mencionarse. Un artefacto tirado para inculpar a los que allí residen. Niños y chavales que proceden de la calle o de familias desestructuradas. Les culpan por estar en un centro.
Y la intervención de una política, la diputada Monasterio del partido Vox que se paseó por el barrio de Hortaleza increpando a los vecinos y diciendo que los chavales marroquíes son los que traen delincuencia al barrio, que habría que echarlos del país y también como quiere que tampoco atiendan a ningún extranjero en nuestro sistema sanitario.
Y al día siguiente de la concentración vuelvo al centro. Allí siguen, es puente y no ha ido ningún familiar a buscarles. Y vuelven a querer salir del centro y vuelven las interminables conversaciones en las que explico: sólo tienes 15 años vas a salir y quiero que llegues a la hora de la comida. Es mejor que vengas porque a veces vas con compañeros de la calle que no te aportan, que vais a consumir algo que te va a sentar como ya sabes, que tienes clases el lunes y tienes que madrugar. Pon sentido y finalidad a lo que vas realizando y date cuenta de las consecuencias que tendrás con los juicios pendientes. Sé consciente, a mi me importa mucho lo que te puede suceder...y a mis compañeros también, como a tus padres si supieras de ellos. Y estuvo allí el día entero, con otros compañeros, con nosotros, pensativo, cambiando.
Son las oportunidades sociales, educativas, la comprensión y la convivencia social la que debiera evitar guetos.
Cuando en el año 1996 trabajaba en los Servicios Sociales de Usera en un programa de prevención de drogodependencias para el distrito de Usera y Villaverde hice trabajo de calle en la estación de Renfe y barrio de Orcasur. Estaba lleno de chavales españoles consumidores de múltiples sustancias, con ideas xenófobas porque decidían ir a pegar a los chicos de color de Fuenlabrada, se pensaban que eran menos que ellos por ser de color, de otro país en aquel entonces. Y la pregunta de ahora, tras tantos años transcurridos, es cuál es la que nos debiéramos de hacer. El odio, la falta de formación, el consumo de sustancias, la falta de oportunidades, la desestructura familiar, los barrios abandonados a la suerte de las sustancias, la falta de acercamiento a la cultura...¿qué ha cambiado?
El odio hacia estos niños sólo hace estigmatizarlos. La convivencia y ciertas profesiones estamos trabajando cada día por sacar lo mejor de cada uno de ellos y de sus familias, nos importan ellos no su procedencia.
Y ésta es una parte de mi trabajo en centro de menores que me hace sentir afortunada por compartir y poder aportar. Como la Luz en la Finestra de nuestra asociación, soy capaz de ver posibilidades donde otros arrojan opacidad.
https://elpais.com/ccaa/2019/12/08/madrid/1575806325_637922.html
El día anterior a la concentración había tenido un día duro de trabajo. Había salido de Fiscalía de Menores a las nueve de la noche. Sí, un mal llamado "MENA", un menor extranjero no acompañado. Todos los niños con los que trabajo en la residencia de menores necesitan atención, explicaciones de por qué no ven a sus familias, ejemplificación de nuevas conductas que les ayuden a salir de situaciones, acompañamiento, afecto y también ternura. Para mi no hay procedencias ni banderas, hay niños, sólo eso. Con lo grandes que son cada uno de ellos, ¡los tendríais que conocer! Son fuertes, valientes, duros, otros juegan a hacérselo, no tienen otra.
Sala de espera, abogados, declaración delante de la fiscal, calabozo, llamadas de seguimiento y luego de vuelta hasta la residencia a poner las cosas en orden, haciendo mención de sus tan sólo quince años, de las oportunidades que aún no sabe que tiene porque es duro vivir sin familia, haber vivido en la calle y tener unas expectativas truncadas al llegar a España.
Y con palabras he de lograr conmover lo que no palpa ni imagina, desterrar el racismo, decirle que nos importa a cada uno de los educadores que convivimos con él, que el futuro lo va construyendo desde el hoy...y ¡parece que cala el mensaje! Y dura lo que dura, porque en la calle, con los recursos que contamos con esta ley del menor, con la falta de personal, muchas veces de formación continua, nos vertebra a amar incondicionalmente cada mirada que tenemos delante de nosotras, pero llegamos hasta donde llegamos. Sacamos partido, día tras día, conversación tras conversación, desaire tras desaire porque sabemos que siempre queda algo que conmover en el otro, porque además es su derecho y es sólo un niño.
Para ninguno de ellos es un deseo pasar su vida en un centro. Lo sé porque lo veo en mi trabajo y porque mi propia madre tuvo que estar durante la posguerra en uno, con monjas. Recordó toda la vida esas experiencias que narraba como si las hubiera vivido el día anterior. Creo que lo único bueno de ello fue que hice un trabajo de campo con sus vivencias y me dieron un excelente en Antropología de la Educación que conmovió a buena parte de la sala cuando se expuso.
Los hechos que recientemente envuelven al centro de menores de Hortaleza tienen que mencionarse. Un artefacto tirado para inculpar a los que allí residen. Niños y chavales que proceden de la calle o de familias desestructuradas. Les culpan por estar en un centro.
Y la intervención de una política, la diputada Monasterio del partido Vox que se paseó por el barrio de Hortaleza increpando a los vecinos y diciendo que los chavales marroquíes son los que traen delincuencia al barrio, que habría que echarlos del país y también como quiere que tampoco atiendan a ningún extranjero en nuestro sistema sanitario.
Y al día siguiente de la concentración vuelvo al centro. Allí siguen, es puente y no ha ido ningún familiar a buscarles. Y vuelven a querer salir del centro y vuelven las interminables conversaciones en las que explico: sólo tienes 15 años vas a salir y quiero que llegues a la hora de la comida. Es mejor que vengas porque a veces vas con compañeros de la calle que no te aportan, que vais a consumir algo que te va a sentar como ya sabes, que tienes clases el lunes y tienes que madrugar. Pon sentido y finalidad a lo que vas realizando y date cuenta de las consecuencias que tendrás con los juicios pendientes. Sé consciente, a mi me importa mucho lo que te puede suceder...y a mis compañeros también, como a tus padres si supieras de ellos. Y estuvo allí el día entero, con otros compañeros, con nosotros, pensativo, cambiando.
Son las oportunidades sociales, educativas, la comprensión y la convivencia social la que debiera evitar guetos.
Cuando en el año 1996 trabajaba en los Servicios Sociales de Usera en un programa de prevención de drogodependencias para el distrito de Usera y Villaverde hice trabajo de calle en la estación de Renfe y barrio de Orcasur. Estaba lleno de chavales españoles consumidores de múltiples sustancias, con ideas xenófobas porque decidían ir a pegar a los chicos de color de Fuenlabrada, se pensaban que eran menos que ellos por ser de color, de otro país en aquel entonces. Y la pregunta de ahora, tras tantos años transcurridos, es cuál es la que nos debiéramos de hacer. El odio, la falta de formación, el consumo de sustancias, la falta de oportunidades, la desestructura familiar, los barrios abandonados a la suerte de las sustancias, la falta de acercamiento a la cultura...¿qué ha cambiado?
El odio hacia estos niños sólo hace estigmatizarlos. La convivencia y ciertas profesiones estamos trabajando cada día por sacar lo mejor de cada uno de ellos y de sus familias, nos importan ellos no su procedencia.
Y ésta es una parte de mi trabajo en centro de menores que me hace sentir afortunada por compartir y poder aportar. Como la Luz en la Finestra de nuestra asociación, soy capaz de ver posibilidades donde otros arrojan opacidad.
https://elpais.com/ccaa/2019/12/08/madrid/1575806325_637922.html